viernes, 12 de diciembre de 2008

La nota fue publicada el 30 de septiembre. Fue un trabajo en conjunto con un destacado colega y amigo que trabaja en Quilmes.


SUCEDE EN LAS PROPIAS BARBAS DEL INTENDENTE DE QUILMES

La Matera: La novia del olvido

Más de 10 mil habitantes de La Matera golpeados por la miseria y en el olvido.

Por Víctor Bravo y Gustavo Girodo (De la redacción de InfoSur)

Muy cerca del centro de la Ciudad de Quilmes, se concentra uno de los barrios más humildes y olvidados del conurbano: La Matera. Allí familias enteras, empujadas por la crisis económica más reciente, se instalaron para poder hacerle frente a una desesperante situación al borde de la indigencia. El barrio se extiende detrás del cordón fabril de Camino General Belgrano, en Solano; lindero al Arroyo Las Piedras, cuenta con 89 manzanas y más de 10.000 habitantes.
Norma está juntada, tiene 24 años, 4 hijos y como la mayoría de los que allí viven, lo hace de una manera totalmente empobrecida, con necesidades insatisfechas casi impensadas para el siglo XXI. La postal es decadente, los chicos conviven con un sinfín de problemas sanitarios, hay casos de desnutrición y el panorama es desolador por donde se lo mire. En una recorrida por La Matera, Infosur pudo comprobar como viven sus habitantes y como impacta la situación geo-ambiental en estas personas que soportan día a día, las constantes quemas de los basurales, aguas servidas en las casas, la inminente inseguridad y el flagelo de la droga. La vida dentro de uno de los barrios más carenciados y olvidados del distrito de Quilmes. Son los olvidados o los pobres de una de las comunas más ricas del conurbano. Así se sienten estas miles de personas, totalmente fuera del sistema en este cuadro desgarrante que detectó InfoSur, a pocos kilómetros del obelisco.

CAMINO A LA MISERIA
No es fácil el acceso al lugar. Los caminos son de tierra y muy desmejorados. Las casas bajas, hechas de materiales muy precarios como madera, cartón, chapa y cemento. Norma vive hace cinco años en La Matera, en dialogo con InfoSur explicó: “mi esposo es albañil y sólo tiene changas, por mes a lo sumo cobra 300 pesos y eso no nos alcanzan”. La vida dentro del barrio es dura, “los fines de semana juntamos botellas, por cada bolsón nos pagan 30 pesos”, señaló con angustia la mujer. En la entrevista Norma, tiene en sus brazos a Brenda, la más pequeña de sus cuatro hijos. “Tengo cuatro chicos, dos de trece, una de cinco, y bebé de un año. Los chicos recién ahora están un poco mejor, antes los tuve desnutridos y con muy bajo peso pero gracias al comedor de la abuela, pudimos salir adelante”, remarcó. La abuela es Angélica, una mujer que con un comedor social, alimenta a más de 300 chicos de La Matera.

COMUNA INDIFERENTE
El testimonio de esta mujer es desgarrante, aseguró que fue al CIC de La Paz muchas veces, llevó sus reclamos a la municipalidad de Quilmes y que nunca le dieron ninguna solución. “Me dijeron que tenía que tener los chicos muy desnutridos y con sarnilla para que me puedan dar ayuda”, indicó y agregó: “los políticos prometen con proyectos y una vez que ganan se olvidan de nosotros, los vecinos que necesitamos”. Los pisos de su casa también son de tierra y como ella, muchas de las personas que viven en el barrio, no tienen agua corriente. Las mangueras que conducen de la red potable pasan colgadas por el Arroyo Las Piedras, los afirman que esas mangueras se pinchan y que el agua a veces tiene un gusto feo y se pone más oscura. “Tenemos agua corriente en algunos sectores, pero la mayoría toma agua de pozo”, detalló Norma. Muchos tampoco tienen pozos ciegos y las descargas de los baños van a la calle o al mismo Arroyo.

AISLADOS DEL MUNDO
Una plaza, aquí también hace de epicentro ciudadano. En ella se ve la sala de atención sanitaria, allí de día un médico atiende a los vecinos de la zona. Enfrente la Escuela Primaria Básica 87 y el Jardín de Infantes 962, un edificio con dos pabellones enormes, fulgurantes. Al mismo concurren cerca de 600 chicos del lugar, donde además de ir a clases, diariamente reciben desayuno, almuerzo y merienda. La escuela se inauguró a principios de este año, es la única contención social de muchos niños en edad escolar. La gente que vive en La Matera padece muchas necesidades y están aislados de un mundo que en realidad los ignora.
En el barrio todas las casas son bajas, algunas son de madera prefabricadas y muchas están desechas. Se pueden ver viviendas sobre pisos de tierra, sin ningún contra piso, con cartones amarrados a los techos y un cúmulo de chapas y tergopol para tapar los agujeros de las paredes. “En invierno calentamos los ambientes de la casas con el fuego de las brasas” contó Raúl un vecino de la calle 890. Muchos ante la falta de gas, hacen fuego en los patios o veredas y después cargan las brasas calientes de esa hoguera en un balde metálico y lo ingresan a las viviendas. “Sabemos del peligro, pero no tenemos otra forma de combatir el frío”, sentenció Raúl. Los vecinos implementan estas prácticas a pesar de arriesgar sus vidas, ya que la combustión que se genera en los ambientes cerrados, no sólo irritan las vías respiratorias sino que pueden originar eventuales incendios, como ya ha ocurrido. En el verano, la situación no es menos riesgosa.

OLORES QUE MATAN
Las aguas de la zona están altamente contaminadas por los cauces de los arroyos Las Piedras y aledaños, eso lleva a que muchos niños y abuelos de La Matera contraigan virus estomacales e intoxicaciones de todo tipo. “No tenemos tanta plata para poder comprar agua mineral, así que la hervimos con fuego a leña para poder beberla, pero hay gente que compra agua en botellas, yo no me puedo dar ese lujo.”, señaló Norma.
El olor en el ingreso al barrio es nauseabundo, las quemas de basura se riegan por toda la zona. Los vecinos reconocen a una esquina del barrio como el centro de los desechos, la llaman “los volquetes”. Ahí mismo descansan dos enormes recipientes metálicos, donde los habitantes más cercanos a éstos arrojan sus desechos. “Nosotros nos ocupamos de quemar la basura”, señaló Raúl. Los propios vecinos son encargados de prenderle fuego al interior de los volquetes rebalsados de basura y rodeado de un verdadero pantano. Parece una escena habitual para todos los vecinos; ahí mismo, el agua de las cunetas también completan las condiciones de abandono en que se encuadra la esquina. Un agua pestilente y de irreconocible color se junta con papeles, sachets de leches vacíos; botellas plásticas; bolsas; pañales descartables y un sin fin de desechos que le agregan al suceso, una contundente realidad de abandono y dejadez, casi increíble. Los vecinos explicaron a Infosur que “la contaminación está en cada rincón del barrio”, resignados por la desidia de un nuevo puñado de funcionarios.

VIVIR EN COLECTIVO
Quizás muchos de los habitantes de La Matera, se han acostumbrado a la fuerza a una vida de privaciones. “Viviendo acá, nos gustaría nacer de nuevo”, confesó Norma. La mujer explicó que “la gente quiere trabajar, pero quiere hacerlo con dignidad, sin limosnas”. Ellos sienten que la realidad misma los margina. En La Matera, no hay personas de clase media, muchos no tienen un lugar digno donde vivir. En este barrio quilmeño la mayoría de la gente que no tiene nada más que su precaria casa y sólo viven con 150 pesos, de algún plan social. Los más pobres no pueden pagar ni un boleto de colectivo para salir a buscar trabajo. En 2007 cuatro niños de 10, 9, 6 y 3 años -dos de ellos con desnutrición- vivían con su madre en un colectivo abandonado dentro de la villa. Esa familia había sido desalojada de su vivienda, y fue cuando la Corte Suprema de Justicia de la Nación ordenó que las administraciones de Felipe Solá y Sergio Villordo brindaran alimentación y atención médica a los chicos y a su madre, Karina Rodríguez, quien en esos momentos declaró: “en el barrio hay muchas más Karinas y muchos más chicos con hambre”. También las enfermedades se multiplican en toda la zona del asentamiento por los desordenes sanitarios.

MORIDOS POR RATAS
En 2001 varios casos de leptospirosis, una enfermedad que es transmitida al humano por medio de ratas y perros infectados, surgió un brote múltiple que en una semana mató a tres personas y afectó a otras 83. “A mi hijita de 18 meses la mordió un rata que salió del Arroyo” alcanzó a decirle a este cronista Eduardo de 28 años, mientras cruzaba con una bicicleta por una de las calles del barrio. Con problemas de salud también se ve envuelto el barrio La Paz, que se erige muy cerca de allí. Hoy la situación parece no haber cambiado sustancialmente. Norma afirmó que a su hija más chiquita la tuvo internada varias veces. “En este barrio se vendía droga, y los médicos me dijeron que mi bebé tenía moco de nicotina adentro de sus pulmones”, señaló y explicó que “me preguntaron si alguien fumaba en casa y les dije que no, pero que en las calles siempre había gente que fumaba marihuana y paco”. Ellos me explicaron que por los agujeros de la casa me entraba el olor a lo que consumían en las calles y era eso lo que mi hijita estaba aspirando. Cuando se drogaban, lo hacían entre muchos pibes y además vivíamos con mucho miedo, yo nunca los denuncié porque tengo los chicos y tengo miedo por ellos”.


EL DRAMA DE NORMA, QUE TUVO A SUS CINCO HIJOS DESNUTRIDOS
Sólo recibo un plan de 150 pesos, por suerte la señora del comedor me ayuda. Ahí como de lunes a viernes y me traigo una vianda para la noche.
Mi esposo es albañil y tiene changas, donde por mes a lo sumo cobra 300 pesos y esos nos alcanzan muy poquito. Tengo cuatro chicos. Dos de trece una de cinco, y una nena de un año. Los chicos recién ahora están un poco mejor, antes los tuve desnutridos y con muy bajo peso pero gracias al comedor pude salir adelante. Yo también estaba bajo peso. Los fines de semana juntamos botellas, con los chicos más grandes y cuando mi esposo no tiene trabajo, nos ayudamos. El sale a juntar también mientras los chicos comen en el comedor así. No somos los únicos que estamos así en este barrio. Hay mucha gente, yo creo que la mayoría está mal acá. Estamos olvidados por todos los gobernantes. Nunca nos han ayudado, recuerdo alguna vez cuando se inundó con el desborde del arroyo, nos dieron unos colchones pero ya están destruidos. Me acerqué al CIC de La Paz y me dijeron que tenía que tener los chicos muy desnutridos y con sarnilla para que me puedan dar ayuda para terminar la casa o que me den alguna chapa o material para poder hacer los pisos. A mi me preocupa no tener las comodidades por mis hijos, uno grande se arregla pero los chicos sufren mucho. El invierno lo hemos pasado con mucho frío. Con barro adentro de la casa, con frío, cuando llueve no salimos nunca, es casi imposible. No llegó a entrar agua a la casa pero si que al tener los pisos de tierra se hace todo mucho más difícil.

“LA COMUNA NUNCA ME AYUDO”
Una vez alguien habló de entubar los arroyos, pero jamás pasó nada. Los chicos van a la escuela, a la mañana a la N° 87. La municipalidad no me ha ayudado en nada desde que estoy acá instalada y he ido muchísimas veces a pedir una mano para mis hijos. Si alguna vez me dieron algo fueron fideos viejos, y entonces para qué ir? Hace cinco años que vine a vivir a La Matera. Los políticos prometen con proyectos y una vez que ganan se olvidan de nosotros los vecinos que necesitamos. Muchos de los que vivimos acá, no tenemos agua corriente todavía. Luz tenemos porque nos hemos conectado de una manera clandestina. Las mangueras de agua potable pasan colgadas por el arroyo y esas mangueras se pinchan y el agua a veces es tiene un gusto feo y se pone más oscura. Muchos tampoco tiene pozos ciegos y las descargas de los baños van a la calle o al arroyo. El agua la hervimos, pero el gas no nos alcanza para tanto. Hay gente que compra agua mineral pero yo no me puedo dar ese lujo. Juntamos botellas de cualquier tipo, blancas de gaseosas. Por bolsón te dan treinta pesos y eso no te alcanza ni para hacer un guiso. El miércoles, cobre el plan y hoy viernes ya no tengo plata, me alcanza para dos días. Compro cuarenta pañales y la leche. La ropa me la regalan, nos vamos pasando y así nos mantenemos. En el invierno por el tema de la ropa estuvimos prácticamente adentro, casi no salimos de la casa.
Su humilde casa tiene dos piezas, una separada de la otra, una es la pieza donde duermen y la otra a es de la cocina y el baño. Para poder ir de un ambiente al otro hay que salir al patio. Las dos tienen el piso de tierra. La cocina y el baño no tienen luz, los cables de la instalación se le quemaron con una cocina eléctrica que tenía, hasta que el comedor de la señora Angélica le donó una nueva.

“TAMBIEN VENDEN DROGAS”
La pieza donde duermen es de ladrillos, los mismos se los dieron a cambio de trabajo a su esposo y de a poco él mismo la fue levantando. Un mes guarde 100 pesos del plan y compre el cemento y la arena para edificar. Si se me enferma algún chico, los remedios me los da la salita del barrio pero no te los dan todos, así que con lo que gano de las botellas lo dispongo para esos casos.
A la más chiquita la tuve internada, en este barrio se vendía droga, y los médicos me dijeron que mi bebé tenía moco de nicotina adentro de sus pulmones. Me preguntaron si alguien fumaba en casa y les dije que no, pero que en las calles siempre había gente que fumaba marihuana y paco. Ellos me explicaron que por los agujeros de la casa me entraba el olor a lo que consumían en las calles y era eso lo que mi hijita estaba aspirando. Cuando se drogaban, lo hacían entre muchos pibes y además vivíamos con mucho miedo, yo nunca los denuncié porque tengo los chicos y siento miedo por ellos.


EL CORAZÓN DE LA ABUELA ANGÉLICA
La Matera parece una postal de un barrio olvidado. Está a la buena de Dios. Pero lo cierto es que esto de debe a la indiferencia de los funcionarios. En las calles de tierra se pueden observar coches arrumbados donde juegan los niños y basura acumulada por todas partes. En medio del desolador panorama, existe un remanso construido por una mujer que día a día brinda ayuda a los indigentes.
Angélica es como un faro. Los chicos corren a sus brazos para buscar refugio. La mujer mayor , ayuda a Norma (24), que va al comedor con sus pequeños cuatro hijos, como así a las jóvenes madres que ante cualquier necesidad recurren a ella. También recibe allí a los hombres con sus problemas a cuestas. Pero ella siempre esta, todos la conocen como la abuela Angélica.
Infosur se acerco a conocer a esta mujer de corazón enorme, quien nos contó como de la nada llegó impulsar la construcción de un jardín de infantes modelo, “Mis Primeros Pasos” que alberga a 80 niños. Lo mismo sucede con la unidad sanitaria, “Anexo de la Asociación Mis Primeros Pasos al Futuro: Vivir por Vos” y el comedor popular.
La mujer cuenta como fue la iniciativa solidaria, que comenzó hace ya 15 años en el barrio de La Matera, “empezamos con el comedor en mi casa con 20 chicos y aquí hoy vienen unos 300 todos los días. Cuando arrancamos junte a las mujeres y hacíamos pan casero y después lo vendíamos. Así sosteníamos el comedor”.
De tanto golpear puertas, un día se abrió una de ellas, fue así como Angélica comenzó a conseguir beneficios para los habitantes del barrio. Al respecto la fraterna mujer detalló que “un día desde el municipio (de Quilmes) nos atendieron y empezaron a enviar arroz, fideos y otros alimentos” para el comedor que se halla debajo de su casa.
Pero también especificó lo que le costo conseguir ayuda, “te dan mil vueltas. A veces la gente se muere y no recibe la ayuda”. Hasta que lotería de la Provincia comenzó a brindarle apoyo, para que ella pueda mejorar aunque sea un poco la calidad de vida de los habitantes del lugar.
Entre los casos más recientes que atendió, la abuela nos contó el caso de una adolescente que perdió el ojo a raíz de un piedrazo, “a ella se le había caído la venda que le cubría el ojito perdido” algo emocionada, continúo su relato “le dije que si podía le compraba la prótesis para el ojito. Y así fue” remarco con humildad. “A otro vecino que le tuvieron que cortar una pierna, nosotros lo ayudamos con la prótesis también. Trabajamos con una ortopedia del centro de Quilmes que nos ayuda”.